lunes, 26 de octubre de 2015

Los Pitard, George Simenon


Es una edición de Luis de Caralt, Barcelona, 1973, Colección “Las novelas de Simenon”. Título de la obra original “Les Pitard”, 1948. Versión española de B. Losada.

Su lectura, este pasado verano, me resultó muy amena, manteniendo despierto mi interés hasta el final.  Tuve que releer algunos párrafos, especialmente de las últimas páginas, para precisar acerca del significado real de alguno de los personajes  de la novela. No sé si lo habré conseguido.

La novelita,  ya que sólo cuenta con ciento noventa páginas, parece una vivaz narración de aventuras marinas en la que se nos relatan las experiencias y pormenores de la vida cotidiana del capitán y la tripulación de un carguero por  los mares que circundan la Europa del Norte, desde Rouen al Elba. Sin embargo, en realidad su fondo argumental es bien distinto, puesto que, según creo, Simenon en ella reflejó el contraste entre las pasiones y los sentimientos encarnados en dos prototipos humanos corrientes pero bien distintos. Los del bruto, puede que hasta primario, ser sencillo y razonamientos rectos sin circunloquios que esconde un noble corazón; un corazón que se constriñe ante el dolor y la necesidad del prójimo, y, por ayudarle, es capaz de olvidar no sólo el propio interés económico, sino exponer su vida. Y en contraposición, están los Pitard, unos ladinos provincianos acomodados, de vanas miras y codicia ilimitada, unos seres muy egoístas y aprovechados del prójimo.

Su protagonista principal, Emile Lannec, es descrito como un tipo duro, marino aguerrido y experimentado que hace su primer viaje dirigiendo su propio barco, el “Tonnerrede-Dieu”,(Trueno de Dios) un viejo buque inglés , adquirido junto con el timonel, con el aval de la suegra para el importe aplazado, de sólo un cuarto del precio total. Para sorpresa del marido, su esposa Mathilde, de soltera  Pitard, decide acompañarle en este viaje. La presencia inesperada e inoportuna de este ser, ajeno del todo al pequeño mundo de un mercante constituye el intríngulis o meollo de la novela.
 
En esta obra, como en todas las otras que he leído de Simenon, el autor hace derroche de su  destreza en desentrañar los meandros del alma humana. ¡Qué angulosas curvas! ¡Qué retorcidas sinuosidades!


domingo, 11 de octubre de 2015

Relatos, Stendhal ( Victoria Accoramboni)


Inicié el verano releyendo el libro “Relatos”, Libro RTV 58, Colección Biblioteca Básica Salvat, de Salvat Editores y Alianza Editorial, año 1970. Selección, traducción y prólogo de Consuelo Bergés. Un excelente prólogo cuya lectura considero imprescindible para mayor conocimiento y comprensión, tanto del autor como de sus obras.

Stendhal, es el seudónimo de Henri Beyle, escritor francés harto singular que no mostró muchas simpatías por su país de origen pero si, en cambio, por Italia y también por España y lo español. Escritor, según nos dice Berges, “tardío y parco en su obra de fabulación”, pero ello “no impide que, con “Rojo y Negro” y  “La Cartuja de Parma”, se ponga para siempre a la cabeza de la novelística del mundo, y Ortega y Gasset, a la vez que le niega el título de filósofo, le imparta el de “archinarrador ante el Altísimo”. Sin duda un título de gran distinción y aún más viniendo de quien venía.

Como tantas otras veces, la nueva lectura me ha hecho ver cosas  y aspectos nuevos, antes desapercibidos, como, por ejemplo, el interesante prólogo de la obra, debido a la ya citada Consuelo Bergés, una también muy particular escritora, a quien me gustaría destinar un próximo comentario.
 
La antología la componen seis narraciones cortas, cuatro de ellas fruto de la   imaginación de Stendhal,  y las otras dos son traducciones de sendos relatos manuscritos sobre hechos reales ocurridos en la Italia del Renacimiento, cuyo derecho a copiarlos compró Stendhal  a un avaro vejete. Historias que tradujo y enriqueció con sus notas aclaratorias y  reflexiones personales. Son las conocidas como “Crónicas italianas”; y  las   que a mí – reconozco - me agradan más, tanto por la historia contada, a pesar de ser alguna  de escalofriante crueldad, como por el matiz edificante de las reflexiones y notas de Stendhal. Estas seis narraciones tienen de común denominador al elemento femenino, en unas como protagonista principal, y en otras como causa o impulso de la acción de la obra. Las narraciones que componen la selección son: “Vanina Vanini”, “Los Cenci”, “Victoria Accoramboni”, “Mina de Vanghel”, “El arca y el aparecido”, y “El filtro”. Todos estos relatos ya los había leído, aunque de entonces sólo conservaba un recuerdo claro de “Los Cenci”. Una truculenta historia real. ¡Brutal!  En esta ocasión, sin embargo, la historia que despertó mayor interés fue “Victoria Accoramboni”, en cuya introducción, justamente,  Beyle advierte que no se trata de novela ( ficción) lo que va a contar, sino un hecho real, acontecido en el siglo XVI, una de las historias verídicas recogidas en los manuscritos cuyo derecho a copiarlas él había adquirido.
 
Pero, sin más preámbulos, comento “Victoria Accoramboni”, un relato verídico, en relación a personajes reales, que vivieron  en el 1585 en la Italia de los Papas, bajo el gobierno de Sixto V. Tiempos en los que, según advierte Stendhal al lector, “nadie se proponía entretener mediante la palabra, a no ser los bufones mantenidos en las cortes o los poetas…Se hablaba poco, y todos ponían muchísima atención en lo que les decían…El autor lo dice todo, lo explica todo, no deja nada que hacer a la imaginación del lector…”(pág.72).

La protagonista es sin duda alguna,  Victoria Accoramboni, una mujer perteneciente a la nobleza, dotada de excepcional belleza y también, al parecer, de especial seducción en su hablar, de modo que el que “llegaba a tener alguna conversación con ella, no podía en modo alguno librarse de tan extraordinario encanto”. A este respecto Stendhal señala, en nota a pie de página, la existencia de “sonetos, llenos de gracia y sentimiento, y otras composiciones rimadas” de Victoria Accoramboni,  guardadas  en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Resumiendo, lo tenía todo, belleza, talento, dinero, posición y era amada por los suyos, su marido, pero... aún quiso más.
 
El interés principal de este relato, a mi modesto entender,  es su calidad de testimonio ejemplarizante, porque cuenta  unos hechos  reales, realizados por seres que existieron, con nombres, lugares y fechas concretas, algunos, incluso protagonistas relevantes de la Historia, tal como, por ejemplo, el cardenal Montalto,  quien después fue el Papa Sixto V, y el Duque de Orsini(Paolo). Hechos y circunstancias relatados que evidencian los universales modos de  actuación de algunos  de las llamadas élites del momento y lugar, es decir, de aquellos cuya elevada posición social y económica les induce a creer que están por encima de toda ley u orden humano como divino; éstos no se han hecho para ellos.  Seres usualmente guiados por una desenfrenada codicia, que les mueve y les induce a todo con tal de salirse con la suya, y sus luchas por el poder resultan inconcebibles para las sencillas mentes de los humanos corrientes. Seres maléficos .  Relato en sí, entiendo,  con todos los componentes que suelen emplearse hoy en las novelas para su fácil venta: amor, poder, dinero, traición, crimen, venganza,… En suma, una vez más se cumple el dicho : “la realidad supera a la ficción
 
Particularmente me llamó mucho la atención la figura del cardenal Montalto, posteriormente Sixto V, y su inaudita reacción ante el asesinato de su sobrino, contada en la narración. Pero, aún más me ha sorprendido saber los detalles de su elección como futuro Papa de Roma. Los cuales acabo de conocer, tras leer su biografía  en buscabiografias.com , y que, seguidamente, copio y pego:

"Cuando el Papa anterior estaba ya muriéndose, los cardenales empezaron a pensar en el sucesor, y para eso deseaban uno ya anciano para que les diera a ellos libertad de hacer lo que quisieran. Entonces Peretti empezó a aparecer como muy débil de salud y decaído. Andaba apoyado en un bastón, y su voz estaba muy debilitada, los demás Cardenales dispusieron elegirlo Papa. Pero apenas lo hubieron elegido, el que parecía un viejito achacoso, se enderezó, tiró lejos el bastón, y entonó un canto a Dios con una voz tan fuerte y valerosa, que los Cardenales se quedaron aterrados. Los Cardenales estaban muy disgustados porque recordaban que este hombre había sido, de pequeño, un cuidador de cerdos al cual unos padres franciscanos encontraron leyendo el catecismo mientras vigilaba sus animalitos, y habiéndole preguntado qué deseaba ser, y obtenido por respuesta que "un gran hombre de Dios", se lo llevaron y le costearon los estudios, y por propio esfuerzo llegó a los más altos puestos."